autoconocimiento, desarrollo personal, Literatura, Trastornos mentales

Autoetnografía prosificada de una confinada

Fuente: imagen propia (atardecer en confinamiento)

Dos semanas entre cuatro paredes,

se observan cambios previsibles en el entorno.

Mi relación con los objetos durante mi confinamiento es particular,

todo ha cambiado, hasta la mesa de estudio, el portátil.

Domingo 22, 

cada día que pasa las horas me devoran junto al ordenador,

hay más botes de desinfectante en mi mesa,

todo huele a alcohol de limpieza y amoniaco,

he limpiado mis suelas al venir de la calle,

única vez en semanas que huelo a silencio,

el aire se siente más puro,

el coronavirus ha congelado la contaminación. 

Martes de estas dos semanas,

converso con el doble cristal de mi ventana,

le comento que durante el estado de alarma ya no diviso el asfalto con tanto coche,

permanecen muertos y parados,

inmóviles ante la lluvia incesante que golpea los capós,

relaja la ansiedad que siento por no poder ver el sol,

por solo sentir que estas cuatro paredes y las clases online me consumen.

Otra página arrancada del diario de confinado,

Viernes,

paso más tiempo en la ducha de lo normal,

40 minutos en los cuales la inexistencia de ningún sonido humano,

tan solo mi respiración,

me calman.

Me siento en el plato,

el agua caliente golpea mi espalda,

ahora medito utilizando las gotas que golpean el exceso de agua en el suelo de la ducha,

todo me resulta objeto de investigación, de observación,

calmar mi ansiedad requiere meditar a través de los objetos más  pequeños,

mi única distracción para mantener la cuerda que sujeta mi cordura atada y bien atada.

Lunes,

el mundo presumía de pintalabios nuevo hace menos de un mes,

se peleaban por una blusa de marca,

ahora batallamos entre iguales por guantes de nitrilo y mascarillas,

se han convertido en la indumentaria habitual de todo buen vecino.

Miércoles aleatorio,

he aprendido a escucharme sin miedo a silenciarme,

a detener mi respiración cuando hiperventilo,

tener un trastorno consigue que todo a tu alrededor sea un ring para practicar tu paciencia,

esto nos hará fuertes.

Jueves cualquiera, 

he recordado mi mueca de extrañeza durante mi viaje a Suiza,

cuando veía como los suizos y alemanes abandonaban su calzado al amparo de un rellano,

ahora aquí es algo habitual para evitar contagio por un virus, el cual desconocemos su propia fuerza y poder en nuestros cuerpos.

Otro día más,

hace un mes nos creíamos inmortales,

por jugar a ser dios en un laboratorio,

ahora vivimos presos del miedo a la realidad,

la realidad de la fragilidad de nuestra carne ante el coronavirus y ante la vida,

el miedo nos recuerda lo humanos y pequeños que somos,

un nihilismo que muchos no soportan.

La ansiedad tiene algo positivo,

rumias,

y quien rumia saca algo en claro,

aunque no siempre.

El congelador está más lleno que nunca, la ansiedad de los confinados más desbordada que ayer.

Les dono toda mi fuerza a ellos, la cura es posible, y aquí no habrá más muerte que valga.

Este poema puedes escucharlo en el IGTV de la cuenta oficial de Serotonina haciendo click (poema igtv serotoninablog)

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